viernes, 29 de junio de 2012

El AVE en Los Pedroches

La parada del AVE en Los Pedroches (Estación de Villanueva) sigue por los fueros de los políticos, es decir, parada. A estas alturas no quedan muchas fórmulas para expresar la impotencia, desesperanza y frustración. Después de tantos años de lucha con atisbos de esperanza, que una y otra vez quebrantan nuestros gobernantes, las ilusiones flaquean y lo que debiera haber concluido hace años aún se pierde en el abismo de la incomprensión. La burla y el escarnio han alcanzado de forma reiterada carta de naturaleza, y no creo que nadie con sensatez en Los Pedroches se fie de la terminación de las obras o nuevas promesas que solamente pueden sonar a bufa y mofa elevada a la enésima potencia. Por nuestra parte únicamente queda la certeza de que la Estación se concluirá y el AVE se detendrá si lo exigimos de forma contundente sin desmayo, y sin atender a ninguna otra consideración que no sea la fehaciente y completa ejecución delante de nuestros ojos (ya). En estos momentos hacen falta más que nunca ideas y actitudes de reivindicación contundente y agresiva, pues deberíamos entender que de nada sirven ya las buenas palabras, las actitudes timoratas o la confianza en quienes te engañan y humillan con todo descaro. La desidia que han conseguido, la apatía y desmotivación son el caldo de cultivo que mantiene la Estación inconclusa, pues las administraciones manejan a su antojo la desconsideración y burla. Creo que si se quiere de verdad que nuestro objetivo llegue a buen fin y rápido hay que persistir en el intento; y deben seguirse criterios muy firmes de actuación: intervenciones rápidas que tengan una resonancia a nivel nacional, que avergüence a los políticos y administraciones implicadas; participación general con medidas relevantes; gestos contumaces y pertinaces que hablen muy claro de nuestros deseos y cumplimiento de objetivos. Además, es preciso que nuestras actuaciones sean reiterativas y constantes, aunque exijan un sacrificio general (pero decisivo). Ahora más que nunca hacen falta ideas y actuaciones de verdad, si es cierto que queremos que el AVE pare en Los Pedroches. Por mi parte dejo una modesta idea que fácilmente puede realizarse, con una amplia difusión a muchos niveles y repercusiones interesantes. Se trataría de plantear un calendario de apagones generales de luz en la comarca durante intervalos programados, con velas encendidas en nuestros balcones, simbolizando las cavernas en que nos quieren sumergir. Parece difícil, pero no lo es, pues los medios de comunicación (radios locales) pueden calentar el ambiente y propiciar la concienciación general. Con la eficacia de esta medida se ganará con la obscuridad de la comarca una resonancia extraordinaria en medios de comunicación nacionales. Una y otra vez actuando de forma contundente tendremos la sartén por el mango. Por ideas no quedará la cosa..., y seguro que no faltarán. Pero basta ya de actitudes pusilánimes de charlas y negociaciones que ya han llegado a su fin. Y sabemos su rentabilidad.

martes, 19 de junio de 2012

A la deriva

El estado de mar gruesa en que se encuentra nuestra economía (nosotros) es completamente intranquilizador. Desasosegante cuanto menos. En medio del océano abismal, sin horizonte a la vista y (al parecer) sin resortes de la ciencia económica para atar cabos a ningún lugar; ni la salvación presumible que debieran ofrecer las naves de salvamento de nuestro entorno. Que no sabemos a cuantas millas están, ni su verdadero interés en rescatarnos del hundimiento. Tal vez estén también ellos en medio de la tormenta, creyéndose más seguros. Apenas si escuchan entrecortado el S.O.S. vociferando sobre la política fiscal o bancaria, la unidad monetaria o la fortaleza política. Muy difícil de oír los estertores de un moribundo en ciernes del ahogo para estas embarcaciones gigantescas (FMI, G20) que surcan el mar por otras latitudes. La agónica situación tiene sus paradojas, pues demasiada tranquila anda la población en su cotidianidad (que es de agradecer) en las plantas bajas del buque desvalido, sin saber muy bien si tiene capitán o timonel, o si se sigue alguna carta de navegación, o que el estado de la mar es realmente grave y amenazador. Ajenos completamente al puente de mando al que solo, y en la distancia, ven corretear infaustos de un sitio para otro como marionetas de guiñol. Dice el refrán que la ignorancia es atrevida, y no parece estar desencaminado, cuando sería para tener los nervios de punta. Acaso ignoran en su crucero de lujo que por caer, pueden hacerlo hasta los más grandes. Y lecciones tiene la Historia. Es admirable la tranquilidad –para nuestro bien en esta ocasión– del ser humano fundada a veces en incertidumbres, presuponiendo que quien lleva la gobernanza del barco tiene la obligación de saber el itinerario, controlar de antemano los imprevistos y saber de los imponderables y su fuerza. Con ingenuidad se piensa todavía que la embarcación que presume de pompa y fasto en travesía larga cuenta con botes de salvamento para todos. Pero la vida sigue envolvente y hasta la tormenta parece juego de artificio del crucero de vacaciones. De poco sirve que la tragedia se pulse fuera por segundos y el oleaje sea completamente virulento e incontrolado; que minuto a minuto se sienta en el puente la franja del abismo y demos baquetazos de miedo. La tripulación tediosa y ataviada con sus elegantes uniformes tampoco siente la necesidad de crear desconcierto y mala sangre, y tal vez sea mejor callar y no decir ni mu, o lo más algún consuelo de conformidad infantil. Tampoco las clases de primera perturban la animosidad del canapé en el camarote de primera, aunque tiemble la mesa del bufet; que no es tan grave engrosar la tripa en medio de la tormenta, y no irá más allá de una mala digestión, y a lo peor una refriega bien fresquita y pronto a salvo en sus botes a buen resguardo. Lo peor recaerá, como siempre, en ese gentío inmenso de abordo sin equipaje, sin poder llegar a playa en el naufragio por no saber nadar; sin un resquicio de madera en que sujetarse y completamente a la deriva. Sin futuro. Como siempre ocurre, la imbecilidad de los mandos se justificará con la insultante sentencia del Rey Prudente, de que no mandó sus barcos a luchar contra los elementos.

lunes, 11 de junio de 2012

RAFAEL..., Arte con Mayúsculas

Ya no se dan genios de este calibre en el mundo actual. A pesar de contar con todas las posibilidades técnicas y humanas..., y la liberalidad de espíritu occidental de nuestro tiempo. Como decía Giorgio Vasari, cuán generoso y benigno se mostró el cielo en su persona acumulando gracias y tesoros; resplandeciente también con una personalidad agraciada de belleza y don de gentes. El maestro de Urbino tuvo la fortuna de nacer en el momento apropiado (Modernidad) y en el espacio justo (Italia) al arrimo de mecenazgos álgidos (Julio II, León X), contando además con el talento de una mente prodigiosa. El contexto renacentista que marcó su existencia fue el caldo de cultivo para explotar como nadie sus posibilidades pictóricas, pero solamente su genialidad portentosa con el pincel le permitió alcanzar las cotas más altas en el oficio; brillar con luz propia y cegadora al lado de las luminarias de Miguel Ángel, Leonardo, Bramante, etc., que irradiaban potencialidades inconmensurables y una superdotación manifiesta. Sin embargo, Rafael dejó bien sentados sus principios de capacidad, sensibilidad y dominio del oficio, de las técnicas más depuradas (al fresco, tabla, óleo...) y de la sensibilidad más fina y personal. El maestro representa la asimilación inigualable del Renacimiento y su sensibilidad clasicista, su espíritu humanista y la técnica depurada en la concepción del espacio embriagada de Modernidad. Su ideal artístico será reconocido hasta la saciedad por las eminencias de su tiempo, y sancionado por el discipulaje que le sencunda en su magisterio y su arte (Julio Romano, Francesco Penni..). La genialidad de Sanzio y su pintura fueron requeridos ya en su tiempo hasta extremos inabarcables, y su abultado taller pudo gratificar con generosidad las exigencias de una demanda social imperiosa sin perder un ápice de la calidad del pintor, que siempre supo tildar sus obras con el membrete de su personalidad: pues sus pinturas llevan la rúbrica creativa del maestro. Rafael deja para posteridad un ideal de belleza que se proyectará en las subsiguientes centurias con idéntico valor al del mundo clásico u otras etapas de nuestra Historia de Arte. El Museo del Prado nos ofrece actualmente la posibilidad de disfrutar de un genio en una exposición completamente inédita e irrepetible (del 12 de Junio al 22 de Septiembre) por la diversidad de obras, procedencias (Prado, Louvre...) y calidades: retratos, pinturas de altar, familias sagradas, etcétera. Nadie como él proyecta con su mirada privilegiada y sensibilidad exquisita esas tipologías de Vírgenes y retratos tan asentados en nuestro imaginario (Castiglione, Santa Cecilia, Virgenes y niños), que nos seduce con esa impronta tan suya preñada de ternura y humanidad que desplegaba este pintor superdotado del Renacimiento. Solamente su prematura e inesperada muerte a los 37 años pudo frustrar un futuro que se presagiaba inmenso de cambios y transformaciones en su pincel. Pero ya había cumplido sobradamente su magisterio.

jueves, 7 de junio de 2012

Democracia Devaluada

La potencia pertinaz con la que nos acosa diariamente la crisis económica nos hace olvidar algunas perspectivas, que de seguro están muy imbricadas en el asunto. La política y sus principales protagonistas aparecen envueltos en el meollo (políticos e instituciones), pero ellos mismos parecen eludir desconsideradamente, sin querer enterarse, que forman parte activa y pasiva del problema. Y de una forma muy clara. Hace ya mucho tiempo que las encuestas, de todo signo y naturaleza, vienen avisando que los políticos son uno de los problemas más acuciantes de los ciudadanos de este país; pero no parece que la cosa vaya con ellos, porque se saltan absolutamente todo a la torera. Cualquier hijo de vecino sabe que el ideal clásico de la Política, como una elevada aspiración del ser humano para organizar mejor este mundo, está en la actualidad pervertida hasta la saciedad. De abajo arriba y viceversa, en muchas de las instituciones y sus formas. No solamente en los entramados económicos. Año tras año, y de costa a costa, escuchamos, asumimos y consentimos –porque no nos queda otra– la elevada nómina de corrupciones (municipales, comunidades autónomas...) que en absoluto son excepciones en el manto del blanco armiño; elección tras elección comprobamos que las nóminas de políticos se repiten con los mismos nombres sin recato alguno, alcanzando un buen número de ellos las cifras de quince, veinte y treinta años en el poder, sin problema ni el mínimo rubor; de forma inaudita consentimos con buen humor con la existencia de un sinfín de instituciones y órganos de poder para recolocar los amigos y parientes, allegados y afines a la causa, y mantener bien caliente el sillón para cuando no toque gobernar en primera línea (Senado, diputaciones, asesorías y consejos...); mantenemos con crisis y sin ellas unos sueldos de escándalo para que los señores representantes tengan una vida digna, y hasta los periodistas y arribistas al pastel dicen que no es mucho lo que se le paga (¡no sé que pensaran del sueldo base y de los parados que no cobran nada!); y de los banqueros ya ni hablamos; las amalgamas políticas de todos los partidos, para conseguir sus cotas de poder, son el pan nuestro de cada día. Hoy día las más altas instancias de la política y de las instituciones y poderes están tocados con la mácula de la corrupción y la indecencia. Más allá de las formas, que no son nada edificantes, los contenidos de la política resultan realmente abrasivos, pues los programas electorales son siempre papel mojado, aquí ni se hace lo que se dice, ni se dice lo que se hace, y nadie tiene que responder de nada. En nuestro país la responsabilidad política no existe, séase corrupto, mentiroso, defraudador o carente completamente de ética. Los simples ciudadanos ya tenemos bien asumido que esta casta de políticos, profesionalizados y atados al sillón (de todos los partidos políticos), es un mal que debemos sobrellevar con agónico sacrificio. Desgraciadamente nuestro sistema democrático no cuenta con mecanismos para subsanar este problema, pues son los mismos agentes políticos quienes forman parte del problema y quienes tienen que meter el escarpelo en sus propias carnes, y eso es impensable que lo hagan. Llevan muchos años dándonos prueba de los límites de su honestidad. En ello le va la vida y la de sus adláteres. Como martillo de yunque nos repiten una y otra vez que cuentan con la legitimidad de las urnas, aunque esa una argumentación realmente insultante, que no hace más que poner sobre la mesa la precariedad del sistema democrático. A menudo nos curamos ingenuamente en salud con esos bobalicones principios de que, ¡Hombre, no serán todos los políticos malos..., yo prefiero la democracia a otras formas autoritarias! Demagogias del tres al cuarto que insultan nuestras inteligencias. Claro que los demás somos demócratas y los políticos no serán el cien por cien manirrotos, ni corruptos ni cuneros adosados a la poltrona, pero las cifras son muy elocuentes y las estadísticas constantes. No sé si el modelo de poder territorial o institucional (español y europeo) será bueno o defectuoso, si lo será la Constitución..., pero la política actual y los políticos dejan mucho que desear.
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